EL SUEÑO DEL POBRE
7 cajas, de Juan Carlos Maneglia y Tana Schembroni (2012)
Por Maru Leonhard
Hace varios días que leo que el último grito en cine independiente latinoamericano es la película paraguaya 7 cajas. No recuerdo haber visto alguna película paraguaya. Hice un cuatrimestre de cine latinoamericano y no recuerdo ni una. Sí chilenas, sí mexicanas, sí bolivianas. ¿Pero paraguayas? Ninguna. Con mucha vergüenza tipeé en google “cine paraguayo”. Quería leer un poco, investigar, desasnarme. Hay una más que modesta entrada de Wikipedia que arranca diciendo que el cine paraguayo es históricamente pequeño. Después una lista de directores paraguayos con ocho nombres y después una lista de películas paraguayas, un total de veintitrés. Y nada más. Lo único que saco en limpio es que me había olvidado de que sí había visto una: Hamaca paraguaya.
Me intriga el éxito de 7 cajas. Me intriga, en general, por qué y cómo la pega una película tan chiquita (en Paraguay fue sensación, tanto que superó el record que había hecho Titanic en el país). Entonces voy a Bama Cine y la veo.
En el Mercado 4 de Asunción un carretillero pasa sus días moviendo mercadería de aquí para allá mientras sueña despierto con ser un galán de película. Es un vaguito simpático, bonachón, un adolescente que se pelea con su amiga adolescente, que visita a su hermana que también trabaja en el mercado, que mira un celular y babea, que se jura poder comprarlo y termina envuelto en una colección de aventuras para poder lograrlo.
Un carnicero le entrega siete cajas, no le dice qué tienen, le dice que eso no importa porque lo que importa es otra cosa:
-"Cuidás estas cajas más que a tu vida, esperás que yo te llame y arreglamos la entrega pero que a estas cajas no les pase nada."
-"¡Pero yo no tengo teléfono!"
Entonces el carnicero le da un nokia 1100 y le dice "tomá, andá, cuidá las cajas". Y además le da la mitad de un billete de cien dólares y le dice "la otra mitad cuando me traigas las siete cajas sanas". Y el pibe agarra, se va, cuida, corre, se enfrenta con otro carretillero que llegó tarde a agarrar las siete cajas y ahora se las quiere afanar. Se tropieza, se cae, salta un cajón de verduras que alguien tiró sin querer, esquiva personas, esquiva animales, esquiva puestos de comida desordenados.
Ese, básicamente, es el ritmo de la película. No hay un segundo en el que no pase nada. Todo es corridas, embarazadas a punto de explotar, gritos, tiros, frenetismo, música electrónica, secuestros, travestis. La película es impecable en realización. Estética y narrativamente es una gran película latinoamericana, muy al estilo Ciudad de Dios o Amores perros (minus the drama), personajes calurosos y queribles y mucho color y mucha verba inentendible y mucho desorden en una ciudad, en una región, que es puro desorden. Con un gran virtuosismo para filmar el ritmo del mercado, se pasaron un poquito de rosca mostrando todo lo que pueden hacer: en algunos tramos parece una publicidad clipeada que nunca va a parar.
Por momentos un poco caricaturesca, hay malos con bigotes frondosos, dientes podridos y trajes de los setenta y también hay malos torpes, que confunden lechugas con tomates y no entienden un sarcasmo. Pero sobre todo hay una película muy entretenida que no descansa ni confía en lo pintoresco de la pobreza sino que le da carácter a los personajes, los hace moverse mucho, existir más allá de la película. Porque no para, porque es graciosa y mantiene la intriga hasta el final y porque nunca nadie ve una película paraguaya, todos deberían ver 7 cajas.