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Cine

EL LENGUAJE QUE VE

 

 

 

Por Gastón Córdova

                                                      Adieu au langage (Adiós al lenguaje)  

                                                      Jean-Luc Godard

                                                      Francia 2014

  

 

¿Cómo hacer arte con la imagen, en la era de la imagen? es una pregunta útil para pensar la última película de Godard. El cineasta francés elige como respuesta una especie de video-arte de larga duración (70 minutos). Forma que expande por antonomasia el potencial lúdico para escribir, filmar y editar, para manipular imagen, sonido, letra y voz. Así los juegos proliferan en el film y van desde el uso de las nuevas tecnologías hasta la parodia intelectual, pasando por trucos barrocos, etc.

 

Si la sinopsis oficial del film hace referencia a la historia de una pareja con dificultades y a un perro que la ayuda a ser feliz,  es una mera artimaña para cazar consumidores distraídos; porque hablar de una historia no es más que forzar los contornos de una trama que es un flujo fragmentario e inestable, que no avanza sin volver sobre sí mismo, que a veces se desborda, pero triunfa cuando desemboca en texturas, encuadres abstractos, escenas de gran belleza –por ejemplo, unas manos que se enjuagan en una fuente sucia de hojas- o frases de la lucidez del agua del río cuando habla. Claro que esos triunfos pueden perderse en el mismo flujo como puede perderse el espectador: no tolerar los setenta minutos del film y abortar la misión.

 

Hay un rumbo. Pero ese rumbo no redunda para nada en una historia. La pareja mencionada sí sirve para ejercer una dialéctica que lo revela. Dialéctica amorosa, que representa a su vez la dialéctica entre el ser humano y el mundo, entre el sujeto y el objeto. Así la pregunta primera se vuelve más esencial: ¿Cómo ver en la era de la imagen? O simplemente ¿cómo ver? ¿Cómo ver al otro? ¿Cómo ver el mundo?

 

El protagonista cita a Monet: “no pintamos lo que vemos porque no vemos nada”. Si no vemos nada, la era de la imagen no sería otra cosa que un intento de cura, de remediar tal nada, precipitado por el miedo que estar a oscuras provoca. “Hoy en día todo el mundo tiene miedo” dice la protagonista.

 

Claro que, como se dice, es peor el remedio que la enfermedad y “las imágenes están asesinando el presente”. Paradójicamente, la era de la imagen no ayuda a ver con claridad, sino que juega a favor de la confusión, alejando al ser humano de la vista privilegiada del animal, representada en la película por el perro, que se pasea por la ciudad y el bosque por igual, sin mayores perturbaciones. 

 

Justamente se habla en el film del mundo como bosque. Tomando esa metáfora, podríamos decir que el mundo es un bosque frente al cual el sujeto tiene tres opciones: o talarlo o enmarcarlo o quitarse los ojos. Godard se arroja a la segunda opción, la más prudente y la más difícil: “una habitación con vista a un bosque cercano” dice el protagonista.

 

Entre las decenas de citas de la película, muchas no explicitadas, muchas ligadas a la política del siglo XX, que producen cierto desfasaje o anacronismo, aparece una idea de Platón: la belleza como esplendor de la verdad. Para los griegos el verdadero conocimiento estaba asociado simbólicamente a la vista (idea =eidós= vista).

 

Podemos decir, para concluir, que la película apunta a lograr, más que un marco, un lenguaje que vea. El lenguaje que ve. En una sola palabra, poesía. Que lo logre o no, dependerá del espectador. Y allí radica su principal falencia y su principal virtud. 

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