top of page
Cine

PÁJARO EN MANO

 

 

 

Por Gastón Córdova

                                                         Birdman (o La inesperada virtud de la ignorancia)

                                                         Alejandro González Iñárritu

                                                         2014

 

 

 

 

Recordaba una frase de Oscar Wilde que reza: “es más fácil reponerse de un fracaso que de un éxito”. Pero buscándola en internet hallé una cita un tanto diversa: “un tonto nunca se repone de un éxito”. La memoria es torpe, pero nunca en esencia. Porque cualquiera de las dos frases podría ser el leitmotiv de Birdman. Un actor, otrora exitoso por encarnar a un superhéroe en la pantalla grande, intenta relanzar su vuelo. Para esto decide ser director y actor de una obra de teatro en Broadway y vive, durante el filme, un purgatorio preestreno a partir del cual o retornará al cielo o se hundirá definitivamente en el infierno.

 

El tema es de por sí interesante, ya que aborda cierto componente trágico de la existencia humana. Pero se estanca en el desarrollo y se pierde sin frutos en las dos aperturas de la Forma: el principio y el final.

 

El estancamiento es, digamos, un empantanamiento estético. Simular un solo plano secuencia absoluto –caballito de batalla de la película– haciendo un montaje de múltiples planos secuencia arroja un resultado curioso: que el artificio sea redundantemente artificial. Y al contrario de lo que podría suponerse, no crea temporalidad ni espacialidad, primordiales para el drama. El hecho de limitar el espacio al teatro y sus confines podría ser favorable, lograr lo que Fausto de Sokurov con el pueblo, pero eso no sucede. También podría ser favorable el hecho de circunscribir la historia al momento del estreno de la obra y sus confines. 

 

Pero el tiempo en la película de Iñárritu padece la insana contradicción de ser pesado y efímero. Así como el espacio se muestra desdibujado y claustrofóbico.

 

Los planos cortos e incómodos, los diálogos constantes de ingenio dudoso, el despliegue superficial de personajes con sus propios dramas superficiales, el elemento fantástico o mágico-animista y el ruido de fondo hecho, por ejemplo, por un injerto de la batería de Weekend de Godard –oh posmodernidad– no ayudan.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Por otro lado, los personajes, vínculos y situaciones –ejemplo, padre ausente = hija drogadicta– pecan de trillados. Todos los personajes están presos de un narcisismo de tripas demasiado gordas, las cuales arrastran como lastres de principio a fin. El film pretende mostrar a personas sin trajes de superhéroes, sin contornos ideales. Así como Morton Feldman le dijo a Cage que las palomas no son libres, sino que se pelean por una miga de pan, Iñárritu quiere encuadrar esas palomas como mostrándonos el descubrimiento de la pólvora, a nosotros, ingenuos espectadores: «No se crean: Hollywood, la fama, los artistas no son lo que parecen, no todo lo que brilla es oro».

 

Pero el retrato psicológico de los personajes hace agua, por grosero más que grotesco, y por el tono altanero e irónico de la película, que mira de arriba a sus personajes como si ella misma no fuera también una víctima irremediable de Hollywood, un pájaro acogotado por su mano.

 

La película no termina de definirse y termina transitando el mismo camino que El cisne negro de Darren Aronofsky, al mezclar, sin rebajarlo con sutil ambigüedad, realidad y obra, obra y obra, obra  y delirio y delirio y realidad. Y se pretende una solución final mediante el ascenso, más literal que metafórico, más  arbitrario que sorpresivo, del personaje.

 

Casi como un deus ex machina del teatro griego, el director salva al personaje sin tener éste ningún mérito, ni moral ni formal, sin que haya una necesaria transformación de la Forma. Al decir de Lorca, el personaje, y la película, es sólo un barco que busca ser mirado para poder hundirse tranquilo.

 

A riesgo de arruinar el final poético de la reseña, agrego dos cuestiones:

 

-El subtítulo de la película, La inesperada virtud de la ignorancia, es demasiado incongruente. Parece de otra película o de un libro de autoayuda.

 

-Tanta incongruencia me hace sospechar… quizás sea yo el que no haya captado la relación. Pero la posibilidad de ver de vuelta Birdman me repele. Y eso es lo más claro que tengo para decir de la película. 

bottom of page