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Entrevistas

ENTREVISTA A PABLO NATALE

 

 

 

 

 

Por Ana Paolini

Nacido en la ruta interestatal Córdoba-Rosario en la década de los ochenta, Pablo Natale es autor del libro de cuentos Un oso polar (reeditado este año por Alpha Decay);  de dos libros de cuentos para chicos: Cuatro Cosmo Cuentos (Sofía Cartonera, 2012) y Berenice y las ocho historias del pálido fantasma (Cuenta Conmigo, 2012); del libro de poemas Vida en Común (Editorial Nudista, 2011) y de la nouvelle Los Centeno (Editorial Nudista, 2013). Ha participado en las antologías Es lo que hay (Babel, 2009), Hablar de mí (Lengua de Trapo, 2010), Córdoba Cuenta (Comunicarte, 2010), Los Supremos (El Cuervo Editorial, 2013) y 40 velocidades (Ediciones Neutrinos, 2014). En la actualidad vive en Córdoba capital y mantiene su blog personal desde septiembre del 2006. Coordina talleres de escritura, colabora en suplementos culturales y es integrante de la banda argentina Bosques de Groenlandia -con la cual se presentará en Buenos Aires este viernes 12 de septiembre en El Quetzal- y un día antes, el jueves 11,  presenta en Córdoba su segundo libro de poemas, Viaje al comienzo de la noche por Ediciones Vox.

 

 

 

Marc Augé creo el concepto de no lugar para referirse a los lugares de transitoriedad. Me llamó mucho la atención que en tu biografía no aparece nunca ni una fecha ni un lugar puntual.

Respecto de las tres obras tuyas que leí [Cuatro Cosmo Cuentos (La Sofía Cartonera, 2012), Vida en Común (Nudista, 2011) y Los Centeno (Nudista, 2013)] podría mencionar algunos aspectos en común:

Los espacios donde transcurren los hechos (ficticios o no) pasan de ser bastante subjetivos -o relativos- a ser plurales, es decir, a superponerse con los de otros. También se da a la inversa. Hay una especial atención a detalles cotidianos en dichos espacios, podríamos decir micro espacios, que el tiempo se encarga en ir deshaciendo, desmembrando, que van desapareciendo o mutando. El espacio va perdiendo las coordenadas que le asigna la costumbre.

Algo muy parecido sucede con el tiempo, con los personajes y las formas de filiación. Como si fuera una sumatoria de algo imperceptible o intrascendente que, a la larga, se traduce en uno o varios cambios, se hacen evidentes, que es la forma en la que estamos acostumbrados a ver las cosas.

¿Hay en vos, y en las obras que escribís, alguna necesidad de mostrar esta arbitrariedad de los espacios, del tiempo y de la forma en que vamos construyendo la subjetividad y la familia?

 

Creo que esa especie de “atentado menor” a la idea de espacio, filiación y tiempo es uno de los rasgos de los proyectos artísticos que he venido desarrollando. Ha habido épocas en que esto era parte de un plan, pero también ha habido épocas anteriores a esa en la que simplemente es algo que no podía evitar hacer, y épocas posteriores en que le encontré cientos de interpretaciones y justificaciones.

Sin embargo, puedo decir que no me ha interesado ha sido solamente “mostrar” arbitrariedad alguna, porque para eso me hubiese bastado la sociología, o la política, o la antropología. Hay, en varias de las obras literarias que prefiero y la música que escucho y que más me interesa (y, quizás por eso, en lo que escribo y trato de componer) otros tipos de tiempo, y otros tipo de vida y otros tipo de felicidad y de melancolía y de sociedad, formulando de una manera no taxonómica, no eficiente ni evidente.

 

 

En varias entrevistas hablás del federalismo local como algo falso, un regionalismo. Un intento de ponerle coordenadas geográficas a la literatura. Es como si el verdadero federalismo vendría a ser una especie de cosmos, que por ser un todo no se lo puede situar en ningún lugar o subdividir.

¿Por qué creés que acá se sigue disfrazando el regionalismo de federalismo?

 

Lo que pienso es que uno de los sueños (y traiciones) de la Argentina como nación eran una cultura y una política federal, y que tal cosa ha sido prácticamente sepultada.

Luego, y a modo ejemplar, está lo que pasó con la literatura escrita por autores que vivieron en Córdoba durante los últimos años: se la leyó en los medios porteños como “literatura cordobesa”, con el simpático signo de “hablan de esas tierras”, como si la literatura fuese un panfleto turístico y como si hubiese una diferencia provinciana entre un espacio y el otro, como si los autores llevaran “su tierra” en las manos y la boca.  

 

 

En Los Centeno y en Vida en común aparece mucho la idea de familia pero como dos ideas distintas, casi opuestas en algunos momentos. ¿Por qué? ¿Cómo surge?

 

Fueron libros producidos en épocas muy diferentes y que pertenecen a géneros distintos. Vida en Común lo escribí cuando todavía vivía con mi familia y cuando todavía estaba interesado por explorar la autoficción, el retrato y los álbums de fotos.

Los Centeno, en cambio, la escribí viviendo solo, en un barrio que recién conocía, hasta que pasó las cien páginas y se convirtió en nouvelle.

Creo que en los primeros años que empecé a publicar me interesaba mucho la idea de familia disfuncional como tópico de escritura (de hecho, diría que no me interesaba otro tipo de familia literaria que esa). También creo que cada proyecto de libro que pienso empieza y acaba algo. En Los Centeno deseaba “terminar” con el tópico de la familia disfuncional y me di cuenta que el modo de hacerlo era ese: construir personajes con un mismo apellido que no fuesen familia, que no compartieran vínculos de sangre pero que tuvieran “el mismo color” de personalidad, por decirlo de alguna manera.

 

 

Partiendo del concepto musical de fuga, de voces que se entrecruzan siguiendo melodías o tonalidades distintas, ¿Podríamos pensar a los personajes de Los Centeno de una forma similar?

 

¡Claro! De hecho, “Fuga y Fábula” es el nombre del disco de Bosques de Groenlandia que salió en 2013, el mismo año que salían Los Centeno. Alguien me contó alguna vez que había leído uno de mis libros de cuentos escuchando a la banda y que las canciones parecían la banda de sonido de esos cuentos.

Ahora bien, otra vez, lo que ocurre no es que haya una planificación o un programa estético totalmente definido (un DNI estético), sino una gama de intereses y obsesiones y la curiosidad de ir explorando de un género a otro y, sobre todo, encontrando y produciendo cruces.

En un sentido general, entonces, es propio decir que lo que he estado intentando hacer desde que empecé a escribir, y la razón por la que sigo haciendo es, precisamente, la necesidad de fuga.

 

 

¿Hay alguna semejanza entre la forma en que surgen las ideas y se crean los poemas y la forma en que surgen las ideas y se crean las letras de las canciones de Bosques de Groenlandia?

 

Diferencias: en las canciones primero compongo usando la guitarra, luego hago la letra.

Similitudes: en ambos antes de producir hay mucha música y mucha lectura. También hay mucha charla, sea con mis seres queridos, sea con gente que no conozco, sea con la biblioteca o la web misma.

Diferencias: en las canciones primero está la guitarra y luego están el violín, la segunda guitarra, el cello, que son voces que están escribiendo e interpretando la canción mientras esta es ejecutada. Eso hace que el trabajo con la letra dependa mucho más de la voz y del modo en que es (y puede ser) dicha.

Semejanzas: creo que hay varias cosas que no me permitiría decir en una canción o en un poema. Ser obvio, por ejemplo.

 

En dos entrevistas decís que Las cinco obstrucciones de Lars Von Trier te marcó mucho. ¿En qué sentido? ¿Tiene que ver con que para crear es necesario imponerse reglas porque la libertad absoluta en realidad impide o complica la creación? ¿Pensaste Los Centeno como una especie de guión de una película?

 

También dije en una de esas entrevistas que la imaginación estaba sobrevaluada y la matemática no. Tanto al decir eso como lo que vos marcás iba por el mismo lado: toda regla es productiva, y la espontaneidad, la inocencia y la improvisación o la inspiración también son reglas predefinidas que suelen usarse de modo monopólico: se cree y se practica que solo una ya es suficiente para “producir”.

Las cinco obstrucciones y la literatura de OuLiPo me ayudaron a comprender esto, y además a ver cuán divertido podía ser intentar combinar varias reglas, incluso ridículas.

En cuanto al guión, Los Centeno los pensé como una nouvelle, aunque en un momento fue inevitable volver sobre Historias Extraordinarias, la peli de Llinás, y pensar que había algo de ella en el libro.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Escribiste varios cuentos para chicos. ¿Cómo surgió esa necesidad? ¿Qué es lo que te gusta mucho de escribir literatura infantil?

 

Escribo para niños desde que, en 2010, terminé mis dos primeros libros y me di cuenta que estaba harto y no tenía nada más que decir o nada distinto para hacer (distinto respecto a lo que ya había hecho). Odiaba imaginarme como mi propia repetición, así que me puse a pensar y leer cualquier cosa que me cayera en las manos. Era una época muy triste para mi familia, mi hermana tenia nueve años, y entonces se me ocurrió leer la biblioteca familiar y escribirle a ella, que ella fuese mi única y exclusiva lectora. Durante catorce días le escribí un cuento por noche: nos juntábamos a la madrugada, lo leía, me decía qué le parecía bien, yo le preguntaba y aprendí muchísimo. La literatura para niños que me gusta no es pretenciosa y es fabulosa, no es moralmente correcta y es, sobre todo, crea un mundo donde puede pasar cualquier cosa, es decir, el mejor de los mundos posibles.

Mi hermana, mientras tanto, va a cumplir 13 años.

Sé que voy a volver a escribir cuentos para niños pronto, algo en formato álbum libro, sin duda. Pero si quiero escribirle a mi hermana menor, va a ser turno de convertirme en mi propia versión de Jhon Green o de Nail Gaiman.

 

 

En breve sale otro libro de tuyo de poemas. ¿Qué idea o ideas reune ese conjunto nuevo de poemas? ¿Se emparenta o se opone en algo a los otros poemas tuyos de Vida en Común?

 

Viaje al comienzo de la noche es un libro similar a Vida en Común: si en este hablaba de mis padres y de la vida junto a ellos y de mi primera mudanza, en aquel escribo sobre la vida sin mi familia, con mis amigos, en otra ciudad, y sobre todo los asuntos de pareja y de dinero.

Los dos libros fueron pensados como álbums de fotos de una época.

El próximo libro, mientras tanto, será una cosa totalmente distinta en el que trabajo con la idea de antología contemporánea y de multiplicación de seudónimos. El siguiente también (de ese solo tengo el plan). Recién en el quinto o sexto volveré sobre la idea de estos dos primeros, pero antes necesito que me pase vida por debajo y por encima.

 

 

 

A continuación, compartimos tres poemas de Viaje al comienzo de la noche, el libro nuevo:

 

 

 

 

 

Juguetes

 

 

Mi hermana me pregunta

si algún día me voy a casar.

No me pregunta si creo en el amor

sabe que no podría preguntar eso.

Tiene una muñeca entre las manos 

y siete muñecas en una repisa al costado de la cama.

Las muñecas: Julieta, Romea, Adefesia, Benita,

Literatura, La muerte y Doña Eterna.

Ésa es mi hermana.

Caminando bajo las luces

de su vida imaginaria

haciéndome preguntas que después

le hace a sus muñecos de formas simples

y nombres rebuscados.

Así son las cosas.

Los cerámicos, el color rosa en la pared

juguetes, mi hermana, los años que quedan.

Juguetes.

Así me gustaría hablarle del amor.

 

 

 

 

Fotografías de gente en moto

 

 

Mr. Williams se compró una moto negra

hace un par de meses

con sus ahorros de docente

soltero y codiciado.

A veces me alcanza hasta casa

y elige siempre los caminos más complicados

se mete por calles que no conoceremos nunca

da con plazas inesperadas y hace rodeos

que parecen meternos en el laberinto de la ciudad

y mientras tanto el frío nos cala los huesos.

Eso me da tiempo para pensar en nosotros

alejarme lentamente de esa moto negra

el pavimento roto, los charcos

las manchas de aceite desconocidas

y la voz de Mr. Williams que me cuenta

en qué consiste la novela que está escribiendo

una novela que habla sobre su vida, dice

sobre los grandes amores de su vida

sobre la forma en que se olvidó de algo

y también, me dice, sobre cómo las palabras

se desgastan de tanto repetirlas

como los chistes malos.

Mr. Williams habla y se ríe con el casco puesto, la voz

derramándose entre la velocidad y el viento

veo la capa de plástico que me separa del mundo

cada calle con su nombre olvidado

las ventanas apagadas

la gente escondida yéndose a dormir

los ladrillos de las casas que no me pertenecerán

nunca

las esquinas en las que podré perderme

cuando llegue la hora y todo sea malo.

Así es que la moto dobla otra vez

y Mr. Williams habla y ríe solo.

Tenemos los cuerpos apenas inclinados

cada vez que tomamos una curva.

Éste es el cordón umbilical

que me lleva de vuelta a casa

y éste es el cordón umbilical

que me conecta de nuevo con el mundo:

aquí está Mr. Williams

aquí estamos nosotros

polvo del polvo

sonriendo para el flash de la cámara

en la ciudad del viento.

 

 

 

Noches blancas

 

 

Todas esas personas alrededor

que no vas a conocer nunca

¿te preguntaste alguna vez por ellas?

 

Acá el papel es una capa de hielo congelada

que podría resquebrajarse en cualquier momento.

 

Podría intentar hundir la mano en él

con una nube de frío en la boca podría decir tu nombre

el lugar donde estás ahora, la cantidad de nieve que cae

el modo en que te apretás las manos, los ojos cerrados

en las orillas de Rusia.

Seguro que hay niños corriendo

seguro que uno de ellos se llama Fedor

otro Vladimir

seguro que uno de ellos lleva un perro blanco

llamado Siberia

y tienen guantes de lana

y piensan en soldados que mueren de pie

lejos de su casa

seguro que otro de ellos te mira y te dice

“ya nadie cree en esas cosas”.

 

La cantidad de gente que podría llamarse como nosotros.

 

Estás sentada en una capa de hielo, mirando de un lado al otro.

 

Estás varada en las orillas de Rusia

apostando todo a nada

con una nube de frío en la boca.

 

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