ENTREVISTA A ALICIA GENOVESE
Por Pablo Milani
Alicia Genovese: “Más que publicar, lo importante es escribir”
Nació en Lomas de Zamora en 1953. Es poeta, ensayista y da clases de poesía y escritura. Integró el taller de Mario Jorge de Lellis a fines de los años setenta. Es Licenciada en Letras de la UBA. Vivió en Estados Unidos donde se doctoró en Literatura Latinoamericana en la Universidad de Florida. Colaboró en los suplementos culturales de los diarios Clarín y el Cronista Comercial. Dirige el Departamento de Literatura de la Universidad de Kennedy. Coordina talleres de escritura y supervisa proyectos individuales de poesía. Obtuvo la beca del fondo Nacional de las Artes en 1999. Recibió la beca Guggenheim en 2002.
Publicó los siguientes libros: El cielo posible (El escarabajo de oro, 1977), El mundo encima (Ediciones Rayuela, 1982), Anónima (El último Reino, 1992), El borde es un río (Colección de poesía Todos bailan, 1997), Puentes (Tierra Firme, 2000), Química diurna (Alición, 2004), La Hybris (Bajo la luna, 2007), Azar y necesidad del benteveo (Mágicas naranjas, 2011), Aguas (Plaquette, 2012), Aguas (Ediciones del Dock, 2013) y El río anterior (Ruinas Circulares, 2014)
¿De qué manera llegas a la literatura?
Yo escribo desde muy chica. En mi adolescencia fue todo un descubrimiento la literatura a través de la escuela, como es la historia de tantos que nacimos en hogares humildes y no había dentro de la casa una tradición de libros o de lectura que pudiese incentivarte. De manera que para mí fue la escuela la que me llevó a la literatura y en la escuela secundaria, la poesía. La poesía clásica en principio. Teníamos libros de texto, en aquella época eran obligatorios. Recuerdo las antologías que comprábamos en la clase de lengua o los libros de literatura. Yo me devoraba toda la parte de selección de textos de esos libros y ahí empecé a escribir pero de una manera amorfa. O sea, escribía lo que decía que eran poemas, o canciones o un cuento. Todo esto sin ningún referente ni ningún consejo de nadie. Más que de los profesores, que tuve muy buenos y tenía muy buen diálogo con ellos, especialmente los de humanidades, fuera del horario de clase. Después cuando terminé la escuela secundaria fui a un taller donde nos reuníamos, el taller de Mario Jorge De Lellis, donde ahí conocí a Irene Gruss, a Jorge Aulicino, Marcelo Cohen, Daniel Freidemberg. Ellos venían de hacer otros talleres con coordinador y en el momento que ingresé, estaban funcionando como taller pero sin coordinador, sino que había como una dirección colectiva en donde nos íbamos turnando. Para mí fue muy importante el encuentro con ellos porque tuve un panorama de lecturas mucho más amplio y tuve una crítica de lo que escribía además. Y ahí se fue conformando la poesía.
¿Y algún autor que te haya marcado en aquella época?
Yo leía cualquier cosa, era muy heterogénea en mi lectura. Pero me parece que me encontré con una poesía que tenía que ver conmigo cuando leí a los poetas italianos. Especialmente a los herméticos, Ungaretti, Cesare Pavese, que los leí cuando tenía 19 o 20 años. Ellos me llevaron por un camino que me parece que aún hoy continúa. Por supuesto que desde ahí las lecturas han sido de lo más diversas. Además en esa época ingresé a la Universidad, así que mi repertorio de lecturas se amplió notoriamente. Esos poetas fueron decisivos.
Transitabas el primer lustro de la década del setenta, estudiabas Letras, te reunías con otras voces en talleres, compartían lecturas. Era inevitable no mezclarse políticamente en esos años. ¿Cuánto tiene que ver tu poesía en ese momento?
Mucho. En ese grupo de taller éramos todos militantes, de algún u otro modo. Todos adheríamos a ideas de izquierda, de manera que la discusión política estaba presente. En ese momento también empecé a trabajar en periodismo. Todo estaba mezclado con la política. En cuanto a la poesía yo la mantuve un poco al resguardo, por supuesto que todo entra en los textos y en la escritura de esa época. Pero nunca hice, aunque era un estallido de poesía política, nunca me metí, en un tipo de poesía que yo íntimamente sintiese que me tenía que tener un mensaje social. Mi poesía siempre estuvo en un espacio íntimo y ese espacio se permeaba con una realidad externa, pero no al revés. No de adentro hacia afuera, sino de afuera hacia adentro llegaban algunas esquirlas de lo ocurrido. Más que nada es una posición ética. Hay cosas que nunca me interesaron y nunca me mezclé. Después viví el Golpe de Estado siendo muy joven, tuve problemas como todo el mundo o un poco más que todo el mundo. Sin dudas todo eso me atravesó. Yo en 1976 tenía 23 años y era medio aniñada porque era una provinciana en la Capital, yo vivía en Lomas de Zamora. Si vos ponías a una chica de mi edad que era netamente porteña al lado mío, yo era bastante inocente. Ahora pienso que no pude absorber todo lo que viví en esos años.
¿Ser poeta es una profesión o más bien un oficio?
Profesión no es. A mí me gusta más la palabra artesanía, que sí tiene que ver con los oficios. Pero me gusta entenderla así porque nunca sabes bien cómo va a salir. Vos podes tener los materiales ahí, pero en el enlace que vas haciendo aparecen otras cosas. De repente tenés un punto flojo o una mancha y no sabes cómo la vas a manejar y es sobre la base de ese hecho particular de la escritura que vas creando. De manera que tiene mucho de artesanía y mucho de otra cosa porque no es sólo oficio y artesanía. Hay pensamiento, hay una necesidad de llegar a ciertos lugares que una tejedora no tiene esta problemática, para poner un ejemplo de artesano. Creo que hay algo un poco más misterioso en la escritura que no puede reducirse a la artesanía o al oficio. Creo que eso es muy importante y que sin ello estas perdido. Hay algo más que tiene que ver con la relación que establecemos con nosotros mismos y con el mundo. Y de ahí salen esas poéticas particulares, lo que hace cada escritor con eso. Cómo mira el mundo y qué hace con su oficio y consigo mismo. Por eso creo que se relaciona con muchas cosas y el escritor, no sólo se hace leyendo, aunque la lectura es imprescindible, no sólo se hace en la relación con la máquina de escribir, la computadora o su anotador, sino que hay un trabajo que es más silencioso, más introspectivo. El escritor, no sólo es escritor mientras está escribiendo, sino también mientras está observando algo. Mientras deja que el mundo entre en sí mismo.
Mencionaste en una entrevista: “Creo que la poesía es un discurso donde puede verse la huella subjetiva y también, la huella social del lenguaje”. ¿Podes desarrollar esa frase?
Sí, evidentemente la poesía, escribas de lo que escribas, tiene una huella subjetiva. Algunos hacen de eso, lo único. No es así, el mundo del afuera, está constantemente espejeando en tu subjetividad. Haciendo espejo en este sentido. De manera que así estés describiendo, y vos digas, estoy escribiendo de la manera más objetiva que puedo, siempre hay una huella subjetiva, una pincelada que vos pones en esa descripción. Y la huella social del lenguaje está todo el tiempo porque muchas veces, a mí me pasa, ir por la calle o viajar en subte y escuchar una palabra. Uno escucha muchas palabras, pero hay una especialmente, que repica en vos. Es decir, lo que uno recoge entre los hablantes, esto es la maravilla de vivir dentro de la lengua en la que uno escribe. Es algo que de algún modo te toca y te lleva a un lugar que vos antes no tenías pensado ir.
Tu libro, Aguas (Ediciones del Dock, 2013), hace referencia a varios estados de ánimo.
Hay un poema que dice: "En el agua pienso / en el agua descanso / encuentro / la boca blanda / hacia todas las cosas/ En diálogo con el agua tomo las mejores decisiones"
¿Qué referencias tomas a partir del armado del libro?
Aguas es un libro bastante complejo. Como todo poema siempre tiene una vivencia que se relaciona en un momento de origen. Descubrí eso de repente, que era muy del agua, de buscarla, de preguntar dónde está en cada lugar que visito. En el momento en que la ves a través de la escritura, por lo menos yo veo muchas cosas mías. ¡Qué extraño esto! Y a partir de ese poema y de otros se empezaron a enlazar todos los desvíos, los meandros que va siguiendo el libro. Creo que es un libro con varios momentos. La aparición de los nadadores ha sido muy importante y luego el paisaje desértico. Porque así como me gustan los ríos y busco siempre el agua, tengo especial fascinación por los desiertos. Esos paisajes me atraen mucho. Y escribí algunos poemas que tenían que ver con el desierto y me pareció que no tenía nada que ver hasta que los uní y dije, bueno, el desierto es la ausencia. Entonces ahí empecé a relacionar y armar ese otro momento del libro.
¿Por qué crees que hay que publicar poesía?
Yo lo que creo, es que hay que escribir poesía más que nada. Lo de publicar es como lo que sigue. Evidentemente para que haya una circulación de los textos tenes que publicar. Pero si existiese otra manera de hacer circular los textos que no fuese publicar, también estaría bien. Por ahora es esto, a lo mejor cuando la tecnología supere al libro, no se va a llamar publicar. El hecho de que haya todo un circuito en Buenos Aires y en toda la Argentina tan vital y tan lleno de frescura y de otras cosas malas también. A mí me gusta resaltar eso, que es el circuito de las lecturas. Uno escucha gente que de otra manera no podría escuchar y a lo mejor gente que conoces sólo de nombre y después buscas más material en los libros que publicó. Tampoco quiero decir con esto, la necedad de entender que uno escribe para uno y no importa mostrarlo. Pero más importante que publicar, me parece escribir. Y luego la publicación y difusión de los textos que es importantísimo. Creo que ningún poeta escribe para guardar sus textos.
¿Cuáles son las razones por la que seguís escribiendo?
En mi caso no hay una razón. Para mí tuvo que ver que en mi adolescencia era muy solitaria, muy callada, muy tímida. Y esas razones que son las de cualquier adolescente, así como te llevan a tocar el violín o a pintar o a dedicarte a la matemática, a mí me llevaban a escribir. Después esas motivaciones se transformaron, fueron desapareciendo. Pero digamos que después me fui construyendo de otra manera como adulta. Con el paso del tiempo me fui construyendo a través de la escritura. Yo no tengo problemas en el sentido de decir, ahora no escribo más, nunca me pasó. Me ha pasado de momentos que no escribo porque tengo tareas de otras cosas que también me gustan, pero la escritura siempre está. Y después cuando me pongo a escribir cierro todo.
¿Qué te dio la poesía?
Una cierta felicidad. Sobre todo en este momento que creo que encontré algo. Hace un tiempo que vengo viendo algo dentro de mí que me gusta, pero ahora estoy más conforme. Cada uno persigue un lugar que termina siendo el propio. Yo me jugué por éste y la verdad que no me arrepiento. Me parece que me dio muchas cosas. Hoy me ha dado un cierto reconocimiento que disfruto mucho. En la presentación de Aguas por ejemplo, son momentos de mucha evolución, donde uno siente que la gente que te conoce te devuelve mucho. Pero todo esto no tendría sentido sin ese espacio solitario en el que uno escribe y encuentra algo que le parece valioso y a partir de eso, todo lo demás. Uno se siente afirmada, yo que soy muy dudosa de mí, siento que me puedo afirmar. Eso es la poesía para mí.
Alicia Genovese presentó El río anterior (Ruinas Circulares, 2014) en la Casa de Lectura junto a Juan Fernando García. Es una antología de sus libros de poemas a lo largo de algo más de 20 años. Contiene poemas de Anónima (1992), El borde es un río (1997), Puentes (2001), Química diurna (2004), La hybris (2007), Aguas (2013) más un poema inédito.
Genovese: “Esta antología me hizo reconciliar con mi primer libro (El cielo Posible, 1977). Tiene poemas breves pero contundentes. En El río anterior (2014) pensé en los poemas que más me habían gustado. No toqué ninguno. Creo que si así fueron escritos así deben quedar.
Me parece que cada libro tiene un motorcito. Son trayectorias circulares. Yo veo diferencias de un libro a otro. Creo que es una buena muestra. Esta antología me puso a mirar hacia atrás. La verdad que estoy muy contenta con el libro.”
Arces
Escribir otoño, el paisaje
los bosques de arce en Quebec
rojo llameante de las hojas
última pasión en el aire
leve de octubre. Relámpago
amarillo sobre el verde
aún,
el verde. Luz que inicia
su apagamiento hacia
el estupor del frío denso
y las nevadas
Última pasión flameante
en los arces
carente de congoja
salto apabullante de las ramas
corte de toda distancia
la mayor cercanía, lo más abierto
y múltiple, en el follaje
la confusión armónica de los cambios
Nada ha muero aún
hay un final
que el fuego anticipa
en su terrible delicia, arces
Llegaré a Montreal
cruzaré de nuevo el río
el goce boscoso
y esta alteración
imperceptible que es mí aliento
mi ruido de viaje en los oídos
una aireación insensata
de la piel, boca voraz
y transpirante
un bosque de arces, una extranjera
intenta atraer la imagen
hasta su respiración regular
Bosque, eso que rompió
la postergada dicha
esa campana que hizo del aire
y de mí un hueco retumbante
eso que toqué y se encanta
en mi ojo táctil
¿era tu corazón?
De: El borde es un río (1997)
Incluido en El río anterior (Ruinas Circulares, 2014)