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Notas

LO SINIESTRO EN CÁMARA GESELL DE GUILLERMO SACCOMANO

 

 

 

Por Victoria Mora

 

 

 

 

 

 

¡Ay de estos días terribles!
¡Ay de lo indescriptible!

En estos días 
no hay absolución posible 
para el hombre 
para el feroz, la fiera 
que ruge y canta ciega 
ese animal remoto 
que devora y devora primaveras

 

Silvio Rodríguez, En estos días.

En 1919 Freud publica "Lo unheimlich", traducido al español como "Lo ominoso" en su texto comienza dando una definición de uso coloquial de lo que se entiende por lo ominoso, para luego cuestionar en qué sentido se usa cada vez, es decir, su valor como significante.

"No hay duda que pertenece al orden de lo terrorífico, de lo que excita angustia y horror; y es igualmente cierto que esta palabra no siempre se usa en un sentido que se pueda definir de manera tajante. Pero es lícito esperar que una palabra-concepto particular contenga un núcleo que justifique su empleo. Uno querría conocer ese núcleo, que acaso permita diferenciar algo "ominoso" dentro de lo angustioso."

Freud recorta como un primer rasgo de lo ominoso dentro de lo terrorífico el hecho de que sea algo que se remonte a lo antiguo familiar y se pregunta cómo, bajo qué condiciones, algo de esta índole, algo cercano deviene finalmente siniestro. Todo su texto es un intento de responder a esta pregunta.

Su primera respuesta es desarmar etimológicamente la palabra en alemán: un heimlich. Lo heimlich es lo familiar lo nuevo lo cercano, a esto algo se viene a agregar, lo un, para que finalmente se convierta en ominoso. Y allí Freud escribe "lo ominoso sería siempre, en verdad, algo dentro de lo cuál uno no se orienta". Es decir que lo ominoso es lo más Otro en un sujeto, aquello que lo parasita. Lo que lo inquieta de tal modo que lo deja perdido aún dentro de sí mismo. Freud prosigue buscando las acepciones posibles de unheimlich incluso en distintos idiomas. De ello se desprende que este término se vincula a lo demoníaco, lo horrendo, lo relativo a cierta entrañable intimidad, a lo que recuerda al terruño, al desasosiego, incluso a lo clandestino. Para definir y mostrar lo siniestro, Freud tomará distintas ficciones, se detiene especialmente en el cuento de ETA Hoffman El hombre de arena. En su texto el psicoanalista plantea como las ficciones suelen ser más eficaces a la hora de mostrar distintos rasgos de lo humano. En este sentido puede ser interesante para pensar como lo ominoso se juega hoy en nuestra sociedad el libro Cámara Gesell de Guillermo Saccomano

Esta obra juega con la ficción autobiográfíca, el escritor vivió unos años en Villa Gesell y de hecho declara en una entrevista: “este libro no lo escribí, lo escuché”. En todo momento se habla de La Villa y nunca se la nombra como Gesell pero la referencia en el título, que se presenta al equívoco entre el nombre del lugar balneario y el dispositivo de entrevistas, hace inevitable la referencia geográfica. Lo que Saccomanno dice haber escuchado es una muestra digna de cómo lo siniestro freudiano se manifiesta en lo contemporáneo. El epígrafe del libro dice: “Lo que hace que esta gente permanezca en su lugar es el sentimiento de la casa, el aspecto tranquilizante y familiar de las cosas” cita de Vincent Van Gogh. Todos se quedan porque es su hogar, lo heimlich que mencionaba Freud, a pesar de que a medida que las cosas suceden ese hogar se transforma, a partir de la explosión silenciosa y permanente del mal, en lo unheimlich: el horror se instala en el hogar. El narrador de entrada muestra su honestidad brutal al lector dándole una bienvenida que no engaña:

 

"Esta noche, hipócrita lector, mi semejante, mientras estás empezando a leer este libro, novela, cuentos, crónica, como más te guste llamar estas prosas, migas de la nada, esta noche de helada, el mar tan cercano y ajeno, ahí nomás, en esta Villa, mayo, junio, julio, agosto, septiembre, qué más da, en cualquiera de los meses fuera de temporada, acá, en su chalet del Pinar del Norte, alguien, un agrimensor progre se está garchando a su nene, alguien, un mecánico, en una casa de chapa de La Virgencita está fajando a su mina, alguien, un peón borracho, en el corralón acogota a otro peón borracho durante un partido de truco, alguien en la Terminal, un sereno en alpargatas, después del último micro, toma mate, el churrasco de los pobres, alguien un sida, se está ahorcando en una tapera del sur, alguien, un capataz de la cementera está enterrando el cadáver del su novia en una obra, alguien, un oficial joven, está picaneando un pibe chorro en la comisaría"

 

Y la lista continúa. Quién lee está primera página no podrá decir que fue engañado por el autor y llevado a leer algo que no quería. Lo siniestro se muestra sin ambages ya desde la página uno. La crueldad humana en el reino de la pulsión de muerte no distingue género, edad, clase social ni profesión. El mal anida en todos frente a ese mar que se muestra tan cercano y tan lejano. Tan a punto de devorarlos a todos o de salvarlos cuando la temporada vuelva a comenzar y los turistas retornen a poblar La Villa.

Entre tanto, si el lector se atreve a seguir, dará un paseo por el infierno que es esa Villa entre el fin de una temporada y el comienzo de la siguiente. El rumor sobre lo que acontece allí y se quiere ocultar, corre como el agua y lo termina inundando todo como la obra cloacal problemática, corrupta, que va llenando progresivamente de mierda la ciudad, literal y metafóricamente. Las voces fragmentadas cuentan lo que ven, se ve la paja en el ojo ajeno y se disfruta de poder contarlo a otro. La desgracia nunca es propia aunque el espejo devuelva lo contrario.

La Cámara Gesell es La Villa donde los personajes son vistos del otro lado del vidrio por un periodista que funciona en el límite del adentro y del afuera de esa sociedad, es parte pero a la vez se ubica como observador externo. Dante (fácilmente asimilable a un alter ego del escritor) como testigo ve, oye y escribe, no sin antes hacer las maniobras necesarias para que todo no termine estallando por el aire. El pueblo chico infierno grande es una referencia ineludible.

 

"Este es un pueblo chico. Nos conocemos todos. Si me equivoco, suponete que publico el nombre de alguien que resultó inocente, lo quemo, me quemo y tengo un problema. Si el nombrado es culpable, tarde o temprano vendrá a cobrarse el escrache. Somos pocos, nos conocemos, y no hace falta dar nombres porque todos saben, cuando sale una nota, de quién estamos hablando."

 

El periodista no posee un nombre azaroso, la referencia a La divina comedia está presente, la Villa es el infierno de Dante que hay que inevitablemente atravesar. Alguien lo define como “el observador sarcástico de nuestras degradaciones”, no se equivoca. En este personaje hace su aparición una vez más lo ominoso eso tan familiar que a la vez toma el rasgo de lo inquietante, así lo ven el resto de los habitantes de La Villa, lo saben capaz de hacer visible lo que todos intentan invisibilizar la brutalidad de una sociedad en sus múltiples formas.

Hay que decir que el infierno no está solo en La Villa, este lugar es la caja de resonancia de un país, de una sociedad entera: “Un país que ha tenido campos de concentración está podrido hasta el tuétano. Somos todos gusanos” y los gusanos seguiremos revolcándonos en la carne podrida si no hacemos algo con el pasado que vuelve “De pronto la memoria me viene en los velorios. Y sí, por ahí yo me olvido lo que cuento. En una de esas lo que cuento lo cuento para olvidar” cómo decía Freud es necesario recordar para poder olvidar.

El mal es el gran protagonista de esta historia que se encarna en sus distintas formas atroces: el abuso sexual, la traición, la injusticia social, el asesinato, la pedofilia, el racismo, la violencia son el principio de una lista interminable, que como una banda de Moebius nunca se corta, vuelve a empezar con cada amanecer, muestras siniestras de la sociedad contemporánea. Todo lo atroz ocurre en la intimidad de una comunidad, allí lo siniestro toma su forma más obscena. Todos quieren culpar al vecino, a los otros, los “negros”, los “bolivianos”, los “villeros”. Hay un abuelo, prestigioso en el pueblo, abusando de una nieta, su madre culpa a los maestros del jardín. Estos personajes quieren vivir negando que lo ominoso se cuela en nuestras vidas que el mal tan temido, el infierno tan temido pueden ser los otros, pero no esos otros distintos, ajenos, marginales, sino los otros más cercanos: un marido, un hijo, un amigo, un cuñado, un abuelo, un amante.

Esta novela coral es un ejercicio de memoria presente, lo que vivimos hoy en una sociedad que se desangra gota a gota frente a testigos que nos preguntamos por nuestra complicidad, si tenemos alguna consciencia social, sino seguiremos pensando que el mal está afuera que el hijo de puta es el vecino, sin darnos cuenta que el mal anida en el fondo de nosotros. Escribe Saccomanno: “Dante piensa el mal, no piensa perversión, el mal latiendo en el corazón de todos” 

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