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Teatro

UNA BREVE LECTURA DE TERRENAL

 

 

 

Por Andrés Alvarado

Veo muchedumbres vagando en círculos

(T. S. Eliot, La Tierra Baldía)

 

 

Un terreno al margen del mundo habitado por dos hermanos. Uno de ellos, Caín, levanta paredes y custodia celosamente sus plantaciones de morrón, fruto de su sagrada codicia. El otro, Abel, vive en la intemperie mientras aguarda con melancólica desesperación la llegada de la isoca, larva del escarabajo torito, para vender como carnada al costado del camino que va al río. Como trasfondo del patético lote -espacio de unión e incomprensión entre los hermanos- la angustia y la inquietante miseria de dos almas atravesadas por el vacío de la espera de Tatita, aquel que se fue dejando -además del terreno- un par de ridículos sombreros y un puñado de escrituras.

En sintonía, un escenario prácticamente vacío que parece invocar aquello de que la verdadera riqueza del teatro está en su pobreza. Porque en el inmenso despliegue de metáforas, con un trabajo preciso y revelador sobre el lenguaje y con impecables actuaciones capaces de conmover al más gélido de los mortales, de repente ese escenario se llena de mundo y de un imaginario totalmente imprevisible. La dialéctica apabulla el estatismo de los espectadores, produciendo inmediatamente aquel extrañamiento que los formalistas proclamaban para el arte. Dialéctica que se expresa en las contradicciones que atraviesan a los dos hermanos, pero que habitan en el mismo ser. Caín, exasperado vigilante de la propiedad, tabulador, apático y antipático cumplidor de las escrituras de Tatita, guarda fiel de su figura ausente. Abel, despojado, pobre, ocioso, desinteresado y descreído. Uno, preso de una vida demasiado concreta y sin lugar para la metáfora (ni los chistes comprende), fervoroso -y errado- lector de las escrituras. El otro, tan libre de preocupaciones materiales, que parece ser el perfecto contraejemplo (o resabio) de la sociedad capitalista.

Es una tarea casi imposible hablar aquí de la larga lista de temas que la obra instala, atraviesa y critica, todos desde la interesantísima lectura -y reescritura- que Kartun realiza del mito. Porque no solamente desliza una feroz y tragicómica crítica a la sociedad actual desde sus principios religiosos y filosóficos, sino a la esencia del hombre promedio. Una crítica, agrego, a la construcción del sentido común, esa lógica del pensamiento regida por el deber ser, que caracteriza al personaje de Caín y que nos atraviesa a todos, alienados en mayor o menor medida por los quehaceres y las necesidades que nos vivimos creando e imponiendo. Un Caín que en el error visceral de su existencia será el primero de cientos, de miles, de millones de hombres que vagarán en torno de su nada, creyendo por fin que lo tienen todo. Aguardando inútilmente, penosamente, de manera patética, la dádiva o el castigo del Padre que se hizo presente pero acabará por retirarse a llorar por siempre su desgracia: la cara triste de su creación. 

Ficha

 

Abel:                    Claudio Da Passano

 

Caín:                    Claudio Martínez Bel

 

Tatita:                 Claudio Rissi

 

 

Escenografía           

y vestuario:              Gabriela A. Fernández

 

Iluminación:             Leandra Rodríguez

 

Diseño sonoro:         Eliana Liuni

 

Fotografía:                Malena Figó

 

Asistencia de         

escenografía

y vestuario:              María Laura Voskian

 

Realización             
escenográfica:        Gonzalo Palavecino

                                   Lucia Garramuño

 

Prensa:                     Daniel Franco
                     
           Paula Simkin

 

Realización             

de vestuario:          Mirta Miravalle

 

Asistencia               

de dirección:           Alan Darling

 

 

Dirección:                Mauricio Kartun

 

Sala:                         Carlos Somigliana

 

 

Horario:

Jueves 20 hs. 
Viernes 21 hs.
Sábados 22 hs.
Domingos 20 hs.

 

Entrada general: $150
Estudiantes y jubilados: $100 (solo los jueves)

 

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