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RESEÑA DE BARDA

 

 

 

Por Pablo Milani

                                                       Barda

                                                       Aixa Rava

                                                       Buenos Aires Poetry

                                                       70 páginas

 

“Andar no es fácil – pero desandar”. Es este un verso del poema Riesgo y también tiene que ver con todo el recorrido de Barda (Buenos Aires Poetry, 2014) poemario de Aixa Rava (Tierra del Fuego, 1982). El libro comienza con un poema de nombre Tierra del Fuego: “En esta isla / la sangre se congela / la piel se raja, la voz se hace chillido” Un libro cargado y sostenido de emociones y un pasado que invita a reconstruir/se en porciones de aire puro y en constante retorno. En Hilito nos dice: “Hace años que mi tiempo se mide en manzanas.” Como si el paso de los años fueran frutos de un bosque donde uno puede volver cada vez que se siente triste. Una tristeza sin atenuantes en la que centellean los pasos de la infancia y las puertas que ella misma describe. Barda es un corazón que se pregunta en cada latido por una alegría que se mueve en la perplejidad. “La vasta felicidad sin nombre”. Un acierto en este libro como un camino de salida donde interviene como escenario una relación capaz de sortear obstáculos dispuestos a todo.

 

 

Horizonte

pedaleo

y me alejo porque no quiero

pero quiero

llegar al campo, rascar el cielo

 

 

Aixa Rava nos insiste en recorrer ese sendero que se camina una vez. Donde empieza a delinear una curiosidad en imágenes y la inquietud de descifrar un laberinto sin miedos. Parece ser un desafío de volver a lugares transitados mientras se está escribiendo. “Sólo sé que vuelvo como un pájaro / me extravío en los silencios”.  De este modo, describe la intensidad como una manera de comprender cada evocación afectiva.

 

 

Queyo

Yo

que siempre pienso que soy de hierro

sufro heridas

que sangran herrumbre que no detengo

siento cortes

que oxidan sangre que sé que pierdo

 

 

Un aliento insondable que cubre los ojos pero al mismo tiempo indaga el hallazgo de una voz hecha poesía. Rava no interrumpe su camino mientras cuenta, sino que hace de su escritura una traducción entre tiempo pasado y presente sin sobresaltos. Una sensación de flotación sin gravedad, de cuerpos estáticos y a la vez ensimismados llenos de secretos. Cada página que se abre es un espacio único de distancias y silencios, templanzas y recuerdos por llegar. “La vasta felicidad sin nombre”. Fija una identidad propia donde la propuesta del libro singulariza el fragmento de emociones y se expande hacia tierras desconocidas donde el riesgo, es un puente de entrada hacia una nueva aventura. Pero nada funciona al azar en Barda.  En el comienzo del libro, Cecilia Perna describe su sentido como materia. “La barda es la pared que levanta la meseta. Un hogar seguro que protege del viento. Hogar en la mitad de un paisaje desértico. Se desmorona, resbalan de arenilla los cuerpos sobre ella.” Así Barda, se traslada como un núcleo de células ávidas por describirse y desandar caminos para andar en otros. Su máxima decantación es nuevamente una respiración llevada al cuerpo de los vivos.

 

Estarse vacía

Se me van los recuerdos,

qué ironía,

tanto quise que se fueran

y hoy me extraña

como si pesara la ausencia

este estarse vacía

 

Con la barcaza se aleja,

mi niñez de isla

 

Este estarse vacía es un desdén sentido desde adentro. Una declaración de principios que juega con lo confesional y lo conversacional. Un nudo en el fuero íntimo que al fin pudo desatarse y confesar. Trasmite un mar ávido donde hundirse no significa no hacer pie, sino que es una guía que nos permite llegar al fondo y salir airosos.  Aixa Rava no abandona al lector en ningún paisaje del libro, pero tampoco esta sola. Las minuciosas ilustraciones de María Alicia Favot dejan en claro que Barda se trata de poesía y nada más.

 

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