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EL CIELO DE LOS VENCIDOS

 

 

 

Por Guillermo Tangelson

                                                   El cielo estaba demasiado bajo

                                                   Ariel Shalom

                                                   Editorial 17 grises

                                                   88 páginas 

 

 

Todos la estaban pasando mal en el subte. Todos excepto yo, que me reía con un libro que venía disfrutando.

Junto a mí, un hombre me miró intrigado al verme reír, así que moví la tapa para permitirle leer el título (códigos de subte, llamémosle): El cielo estaba demasiado bajo. Sí, no era humorístico y el libro, en términos estrictos, tampoco lo es. Giré un poco para que mi improvisado compañero de lectura chusmeara la contratapa y al fin puso cara de "pinta bueno" y se bajó en la estación siguiente.

Esa pequeña situación urbana me hizo pensar en la complejidad de este inquietante libro de cuentos de Ariel Shalom que trataré de describir en sus líneas fundamentales.

Para ser ordenados empecemos por el título, ya que marca el tono del conjunto de cuentos que lo componen. Una sensación de opresión, un innegable pesimismo y una alusión al cielo sirven como alegoría de los pobres anhelos de estos personajes decadentes, perdidos y queribles que buscan en rimbombantes proyectos una salvación que se avisora imposible.

Todos los personajes de los cuatro cuentos que componen el libro, pese a sus sueños de vuelo bajo y sus malogradas vidas, tienen una perspectiva que hace inevitable reír aún cuando todo se desmorona y vaya si las cosas se desmoronan.

El primer personaje deja su trabajo en el kiosco y a su madre enferma para conocer París y compartir el techo con un delirante napolitano llamado Piero que le encomendará la misión no menos absurda de recolectar botones y tubos de cartón para armar unos muñecos con trajes de presidiarios que tratará de vender en Montmartre. En el medio habrá personajes fellinescos y situaciones disparatadas.

El segundo cuento, al igual que los otros tres, preparan al lector desde la primera frase ante el eventual fracaso: "En realidad nunca había relatado un partido de fútbol". Cualquier cosa que le sigue está determinada por ese "en realidad", que habla de alguien que nos advierte que el narrador es capaz de mentirnos descaradamente, lo que lo hace atractivo desde el comienzo. Este segundo relato toma dos aspectos que impregnan el conjunto del libro, el contexto del barrio (principalmente Almagro) y el judaísmo, que no es tratado de manera central, pero que orbita en el universo de muchos de estos personajes. Algunos  de manera más explícita y arquetípica,  y otras veces de forma más elíptica, con sutiles guiños.

Hay zancadillas, traiciones, desencantos y derrotas. Pero no son gratuitas sino que tienen una carga en las existencias de estos personajes. Y la culpa, que tratan de mantener oculta, se manifiesta en implacables pesadillas que son otro de los elementos de fuerte presencia como contrapunto de estas historias.

 

Shalom traza una dolorosa curva de cuatro relatos iniciáticos que se hacen aún más patentes en los dos últimos, "Redención" e "¿Importa de dónde sale la plata?" donde la virginidad y la inexperiencia no son otra cosa más que la manifestación de la fragilidad humana ante la miseria que acarrea el destino.

Hay una atmósfera arltiana que sobrevuela a estos buscavidas en su derrotero, un cielo bajo que nos deja tan cerca de estas vidas, que no podemos, al leerlas, dejar de sonreír deseando para ellos un cielo más alto.   

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