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RESEÑA DE MILAGRO INFAME

 

 

 

Por Daniel Gigena

                                                    Milagro infame

                                                    Luis Thonis

                                                    Editores Argentinos Hnos.

                                                    224 páginas

 

 

Poeta, ensayista y narrador, Luis Thonis (Buenos Aires, 1949) ha creado, desde una retaguardia que aún modela y perfecciona el artificio verbal, una obra que combate los lenguajes oficiales. Mediante la diatriba, las tramas conspirativas en las que conviven jerarcas nazis con artistas a sueldo del régimen de turno, la alegoría política, la decodificación delirante y la creación de atmósferas impregnadas de destellos poéticos, los cuatro extensos relatos de Milagro infame –título del último cuento del volumen- polemizan contra una escritura como efecto de una cultura banal (banal en el mejor de los casos).

En Código Compinche, un porteño que ha perdido a tres amigos en accidentes de tránsito comienza a sospechar que no hay nada fortuito en ellos. Agente inmobiliario, lector de biografías de “grandes monstruos contemporáneos” (de Hitler a Stalin), el cuarto hombre, como se llama a sí mismo, mantiene largas discusiones geopolíticas con T, “dedicado a la construcción de máquinas discretas que a través de un programa de aprendizaje irían sustituyendo a la mente humana”. Por su intermedio accede al código que le permitirá no sólo descifrar el plan oculto de los accidentes sino también convertirse en el capo de una organización mafiosa a escala mundial (o bien, ya que el relato habilita una lectura tal, hundirse en la locura criminal). Dilema otoñal narra con elocuencia refinada el intento de asesinato de una mujer en una calle de barrio donde “se extienden parejas y coloridas veredas, pequeños jardines que llegaban a un paredón alto y blanco, con verdes oscuros por la abundancia de retamas, malvones y madreselvas hasta perderse otra vez en la sombra de pabellón que ahora oblicuamente venía de los grandes edificios, hacia el que ascendían como anillos los cables de la luz”. Del gesto provocativo que subyace a la poetización de un delito atroz se nutre la mentalidad del atacante nocturno, quien cumple, en su perturbada imaginación, un mandato incomprensible para el resto.

La sobrina de Bacon, el más acabado de los cuentos en términos de armonía compositiva y retórica (en los demás predomina uno u otro aspecto), sitúa a Florencia, la sobrina de un pintor inflamado y medio chanta, como espectadora de un triángulo amoroso que incluye a su tío, a Lidia, la empleada doméstica, y al marido de ella, un alcohólico iracundo. Transfigurada por la muerte de su abuelo, de la que aún procura encontrar claves gnósticas, Florencia empieza a prever, como una Casandra de la burguesía izquierdista local, contradicciones y catástrofes.

Pero es en Milagro infame donde la prosa nietzscheana de Thonis estructura un combate cuerpo a cuerpo con la cultura dominante. Para ello, bajo la forma de un discurso académico pronunciado por el último integrante de un llamado Tribunal Sintáctico (famoso por poner en ridículo tanto a escritores consagrados como a otros advenedizos), se expone la teoría de la fusión de antónimos que carcome a Occidente. Según Desiderio, el ex presidente del tribunal, de la mano de los “zartistas” (funcionarios sabelotodos que son “ultrademocráticos en literatura y fascistas o estalinistas en política”) se extiende una cirugía mental que permite que las revoluciones instauren peores dictaduras que las combatidas o promuevan tiranos que aman la libertad. Luego de renunciar al temido organismo, Desiderio se dedica a escribir una novela que queda inconclusa, Milagro infame. Ambientada a cien años del presente, narra la derrota de los valores occidentales a manos de los fundamentalistas islámicos. En ella, el Vaticano es sólo una sede la Meca, Estados Unidos coloniza lejanos planetas para desentenderse del caos, Francia se convierte por fin en República Islámica (igual que Venezuela), retornan las “limpiezas étnicas” en África y Europa Central, China entra en guerra civil por la hambruna. ¿Y en la Argentina? “Ya no se sabía si el país era pobre por ser populista o viceversa: la única verdad es que los líderes eran multimillonarios. El ciudadano era un barrabrava que en vez de actuar críticamente ante el gobierno que elegía, creían en él hasta el fin, negando las evidencias más flagrantes.” 

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