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                                                         Las dos ciudades

                                                         Edmundo Paz Soldán

                                                         Metalúcida

                                                         192 páginas

 

 

Las dos ciudades describe una intensión de soledad, una construcción formal y conceptual de un mundo idealizado pero ausente. Edmundo Paz Soldán (Bolivia, 1967) anuncia desde un principio que algo se aproxima hacia un acontecimiento. Su originalidad y pecado, gesticula mediante un discurso donde parece que nadie va a registrar este libro. La atención y destreza conforman un estado de ánimo de escritura que transcurre y se extiende a lo largo de cada uno de los cuentos que conforman Las dos ciudades. El título demuestra tal vez dos formas de describir un mundo. Uno consciente y el otro inconciente. Sus cuentos son una invitación que resquebraja la jerarquía y se convierte en una extensa planicie de movimientos imperceptibles. Cuentos como La invitación, Esquinas, El próximo instante, La partida, y su más logrado, Amor, a la distancia, son figuras entre materia y muerte. Imágenes poéticas desde una perspectiva posible y oscura. Las dos ciudades encauza un ciclo como un anillo que gira pausadamente. La ficción se toca con la noticia de los márgenes cosmopolitas de la ciudad moderna. Una escritura que es lo contrario a la ensoñación, aunque traiga la esperanza de un castigo.  Paz Soldán se mueve sin ser visto ni oído en un sitio que parece no aceptar ninguna ternura sentimental para los débiles. En todo caso, prefigura una marginalidad como violencia narrativa y delación que aísla al lector convirtiéndolo en cómplice. En ese sentido, Las dos ciudades se despliega entre dos extremos, como un universo desconfiado pero indispensable para rodear desprevenido las normas morales de todo destino perpetuo. En un marco de desconfianza, Paz Soldán atribuye su dialogo consigo mismo bajo un signo que fluye hacia la descomposición con la certeza de que no tiene ningún futuro por delante. Sus personajes son tratados remotos. Sus conversaciones despliegan variaciones, algo que no se había escrito, ni recordado antes. Todos persiguen una franja del pasado e intentan fijarla en un relato que permite limitar a una sociedad aún peligrosa. Las dos ciudades  propone un intercambio, una relación de autonomía-heteronomía relegada que implica rearmar el mundo vivido como significado compartido y, en consecuencia, asediar los procesos en el acto de desconfiar y narrar. Su lectura deja intacta una nueva sensorialidad que admite, al mismo tiempo, imágenes a partir de materiales sociales inmóviles. Un suelo estético inseguro y no programado, sólo en apariencia reiterado.

RESEÑA DE LAS DOS CIUDADES

 

 

 

 

Por Pablo Milani

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