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RESEÑA DE MORALEJA

 

 

 

 

Por Daniel Gigena

                                                     Moraleja. Una novela en B&N

                                                     Juan Bernardo Cejas

                                                     Ediciones La Yunta

                                                     210 páginas

 

 

 

Juan Carlos Devoto, un antropólogo de cuarenta y ocho años, sale de la cárcel de Condarco. Allí, en ese pueblo bonaerense, fue acusado de cegar con ácido a su patrón y suegro, el Tano Orzomarzo. Sin embargo, las pruebas no son suficientes para mantenerlo en prisión y recupera la libertad luego de un mes, justo el Día de los Muertos. Sus ojos, que no pueden percibir los colores, se adaptan sin esfuerzo a la luz de noviembre en la estación de ferrocarril. En el viaje en tren, similar a una huida, cargado con un bolso, algo de dinero y unos libros, pasa por Cocarsa, su pueblo natal, donde su madre aún vive con Viekito. Rumbo a Once, convertido ya en una república, por su mente desfilan imágenes de infancia, de la devoción materna por los santos, del confuso incidente con su jefe (del que participó Katy Orzomarzo), de su matrimonio y de los malos tratos recibidos en silencio. En su travesía terrenal, Devoto, apodado el Perro por Orzomarzo (por la sumisión a la que según el tiranuelo él debía aspirar), tiene un primer encuentro con un pastor laico llamado Rosamel Araya, ex cantante de boleros convertido en difusor de la palabra divina. Gracias a él duerme bajo techo la primera noche en la ciudad, y consigue luego refugio en la pensión de Helga Hauser, situada en la calle Dante Alighieri. No será esta la única referencia intertextual de la novela de Juan Bernardo Cejas (Buenos Aires, 1959), ya que más adelante, en la pensión Hauser, conocerá a una solícita enfermera que se llama, como la heroína angelical de La Divina Comedia, Beatriz Portinari.

Pero Moraleja. Una novela en B&N no es una reescritura de ese clásico, ni una parodia ni un homenaje. La novela de Cejas se apodera de elementos y materiales a su antojo -habría que incluir en la lista el género noir, el grotesco rioplatense, la secuencia acumulativa de la picaresca y, acaso, el ciclo de novelas de J. C. Onetti ambientadas en Santa María- para entregar un objeto de lectura extraño y nimbado de misterio, de dificultad y misterio no en la evolución de la trama sino en el desarrollo de las frases, donde narrador y personaje se disputan presencia y perspectiva. Sobre su primera noche en el hotel Luján, donde una trama conspirativa acompaña sus días de purgatorio profano, se lee: "Lo dobla el cansancio y serán pocos los minutos hasta que  se duerma: entonces sí, en el interior difuso de Devoto, en esa atmósfera sentimental, que aloja deseos y voluntad, en ese agua que choca y respira contra las imágenes inamovibles de su propio santuario moral -vistas y oídas hace ya mucho tiempo- formando un negativo de la percepción que será revelado  en el reposo..."

En las frases de Cejas se respira un aire contaminado, más bien opaco, en el que los personajes se definen por contraste: hay que recordar que, como anticipa el subtítulo, esta es una novela "en blanco y negro". La trama también tiene su derecho y su revés. Texto travesti –y no sólo sobre travestis (y no unas travestis anónimas, sino sobre Daniela Gómez, la candidata que puede ser presidenta de la República de Once, además de autora del best seller "Danza con camaleones", y sobre Katy Orzomarzo), Moraleja entrecruza los relieves alegóricos de Dante con la pornografía y un submundo artliano con el folletín. Sobre el personaje de Daniela Gómez y, de modo sesgado, sobre el recurso textual del travestimiento en Moraleja, se lee: “¡Cómo imaginar su cuerpo (suelto del collar de los signos) cuando se estremece de verdad al desnudarse de la mentira de las formas, verosímil hecho cáscara que, a través de la ropa, el amaneramiento al hablar y al comportarse, ha sido moldeado con realismo gracias al estilo de algunas damas que Requena le presentó, para finalmente aparecer a los ojos de los demás como la mujer en la que se había transformado!” La segunda novela del autor (por El presente, Cejas había ganado el primer premio del Fondo Nacional de las Artes en 2008) crea una intriga a partir del lenguaje que inventa para definir las desventuras de un apaleado Tiresias en una república de tuertos, hundido en un vértigo de imágenes sin sosiego.

 

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