RESEÑA DE LA EXTINCIÓN DE LOS COLEÓPTEROS
Por Pablo Milani
La extinción de los coleópteros
Diego Vargas Gaete
Momofuku
163 páginas
“La vida es una mierda, pero el hombre es feliz porque tiene alma de mosca”. Espíritu salvaje, historias de lujuria y desenfreno son las que impone La extinción de los coleópteros (Momofuku, 2014). El campo de escritura que atraviesa está minado de miedos que se cruzan, emociones mezcladas y sueños aún por realizarse. Nada es lo que parece en esta novela de Diego Vargas Gaete (Chile). El caos del propio autor remite a una sociedad confundida, sin definirse y amorfa. Los personajes que la integran admiten en cada acción un desorden en tiempo y espacio. Las diferentes voces adjudican cada entrevero en un relato tan demencial como oblicuo. La relación entre persona y personaje no deja ningún momento para la reflexión, sino que atribuye la forma como delirio ya alcanzada como lactancia de una novela que se enfrenta a una metamorfosis constante. Los perjuicios son del orden del que producen las cosas inanimadas, y que a pesar de ello, son situaciones que ocupan el milagro moderno de no entender para qué se vive. En vez de anclar la imaginación en los límites de lo inmediato, la técnica potencia la fantasía.
“Hay sueños que son como árboles perdidos en la cima de una montaña. Hay sueños que se parecen a las nubes que rozan las aguas de un río salado. También hay sueños que te sacuden la cabeza como un choque de trenes en medio de la noche y están los sueños que arrastran el aroma de eucaliptos o el crujir de los dientes de un cetáceo.”
La columna vertebral de La extinción de los coleópteros, irónica desde su título, late como un efecto de distracción y desarticula fragmentos de historias de otro tiempo. Inventa nuevas palabras con sonidos que evocan el contacto sexual, las marcas de sexo en el cuerpo, el humor, los ruidos materiales del encuentro físico. La imaginación en su máxima expresión desarma cualquier alternativa y objeto. Son diálogos y discursos indirectos que afirman los caminos del erotismo y la degradación. En la novela se critica y también se afirma una posibilidad de conocimiento y de captación de la experiencia. Esa susceptibilidad respecto del conocimiento es irritante, sin embargo, la coloca en una mejor posición para definir los equilibrios de fuerza como mecanismo sensorial.
“No ha querido escribir de antemano pues ello acartonaría sus palabras y si hay algo que ha aprendido con el tiempo es que el miedo es igual a un edificio: se nota a la distancia.”
Como contrapartida, el nazismo desenfundó su parte en la novela exponiendo como aliado a un interlocutor en formato Diario de viaje en "Historia secreta de la familia Kunz". Luego de la Segunda Guerra Mundial y escapando de los rusos, la familia desembarcó en Temuco, ciudad recóndita de Chile. Fundaron el Colegio Germano de Temuco en pos de seguir defendiendo su postura anticomunista y antisemita. Durante los años de Pinochet, el colegio se tiñó de historias turbias propias de la época que se vivía en ese país.
“Ocho niños fueron los primeros alumnos que desbordaron deseos de aprender a pesar del piso de tierra y de la lluvia que se colaba a través del techo. Günter Weber jamás imaginó que tal número se convertiría en una suerte de cábala. Ocho, en efecto, eran los candados que custodiaban la entrada del sótano. Ocho, también, eran los integrantes del Directorio.”
La extinción de los coleópteros es también el desencantamiento de un flagelo frente a una sociedad opaca y descuidada que transita ciega y resignada entre caos y enfrentamiento. Vargas Gaete renuncia a la construcción de grandes explicaciones, mientras mantiene una relación móvil y dinámica entre realidad y posibilidad.
“Si ya enfureciste un lobo no te alejes, escucha su respiración, míralo a los ojos y aprecia el espectáculo.”