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RESEÑA DE ALCOHOL PARA DESPUÉS DE QUEMAR

 

 

 

Por Pablo Milani

                                                  Alcohol para después de quemar

                                                  Eduardo Rezzano

                                                  Zindo & Gafuri

                                                  78 páginas

 

 

 

Los poemas de Eduardo Rezzano (1968, La Plata) atribuyen a un cuerpo sin espacio. Una mirada que desde un principio recrea una sospecha de la palabra bajo tensión. A lo largo de Alcohol para después de quemar la potencia del lenguaje no deja de sorprender. El libro está dividido en tres secciones: El tiempo y los animales, Miniaturas y Póstumos. Cada una de esas secciones habla por sí misma, no por su significado, sino por la desolación en la utilización de cada palabra y sus imágenes.

 

Abrazado a una botella me arrojé al mar. La botella llevaba un mensaje; yo floté vacío, a la deriva.

 

Hay libros que encuentran su escritura de inmediato. Alcohol para después de quemar, avanza hacia un claroscuro indefenso en pos de una búsqueda fragmentada desde un centro desplazado que pide libertad de expresión alejándose de lo cotidiano.

 

Cada noche a la misma hora me paraba en la misma esquina y esperaba una señal; me presentaba allí invariablemente, lloviera o hiciera bueno, movido por una fe que el tiempo diluyó en un vaso de tinta. Cambié de ciudad, de país, pero cuentan que me siguen viendo en aquel sitio mal iluminado esperando una señal o una noticia, algo que indique que la guerra terminó, que puedo volver a casa.

 

Estas tres dimensiones en la que está separado el libro se presentan con la hipótesis de que parezca como una continuación interrumpida frente a lo inevitable. El desenlace de los versos conduce paso a paso a un desenlace que se muestra invisible pero que ocurre en aquello que está más próximo.

 

Dos o más piernas

Una mujer avanza por las vías abandonadas del ferrocarril provincial. En la mochila lleva la cabeza y una muda de ropa –la cabeza se descompone y la ropa se mancha-. Se detiene frente a un enorme silo metálico y piensa: “¿Qué es lo que camina a cuatro patas por la mañana, a dos a mediodía y a tres por la noche? No puede ser el hombre; al hombre lo vi arrastrarse para comer de mi mano, y le di mi muerte”

 

Eduardo Rezzano describe un mundo aparte de otro. Muestra una voluntad de acción dentro de una sociedad inexistente como un narrador sensible al carácter sublime de un paisaje invertido. La exageración se deja ver cómplice en cada reflexión del libro trabajando la naturaleza desde una dimensión inasimilable a la razón.

 

Hay árboles / que esperan a morir / para empezar a hablarnos

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