RESEÑA DE ADIÓS, HISTORIA, ADIÓS
Por Pablo Milani
Adiós, historia, adiós
El abandono del pasado en el mundo actual
Manuel Cruz
Fondo de Cultura Económica
237 páginas
Si el pasado es el abandono de una vida yendo hacia adelante, cabe preguntarse si de verdad lo dejamos atrás o más bien nos pasamos corrigiendo ese pasado en el presente, como si el futuro no existiera o no le prestáramos atención. Manuel Cruz (España, 1951) en su libro Adiós, historia, adiós (Fondo de Cultura Económica, 2014) propone en este ensayo preguntarse sobre las fronteras del tiempo como “un perfecto espejismo de continuidad”. Sostiene que la vida se nos va en sólo recordar y el tiempo es cada vez menor y la intuición para hacer tiene que ser aprovechada no sin antes pensada. El futuro, condicionante, se formula como amenazador, un monstruo que avanza en silencio. “Multitud de personas están intuyendo que el futuro que se les reserva no es sólo imperfecto (seremos excluidos), sino que directamente es ya futuro anterior, (habremos sido excluidos). Este futuro anterior, regresivo, es ya el presente que habitamos”. Es decir, que pasado, presente y futuro ya no se presenta como el puente natural hacia nuevos proyectos y superación tanto en lo individual como en lo colectivo, sino que habita en nosotros como el impedimento y en tal sentido, el abandono de nuevas fuerzas. En palabras de Manuel Vicent, especificado en este libro dice: “Lo que ibas a ser de mayor ya lo eres y lo que no ibas a ser ya no lo fuiste. Adiós a la juventud. Se acabaron las luchas, los nervios y las dudas por la identidad. Para una persona madura hoy es el futuro que tanto temías. Ya ves, no ha cambiado nada.” Manuel Cruz observa y se detiene a reflexionar sobre el curso de la historia donde pasado y futuro se mezclan y no necesariamente nos impulsan hacia adelante, sino, que las transformaciones del mundo tomando en cuenta la globalización en una sociedad cada vez más fragmentada y llena de contradicciones, han dejado de lado lo que antes parecía posible. “El pasado, lejos de iluminar, proyecta su oscuridad sobre el presente”. El ser humano en algún momento de su vida, tiende a mirar para atrás y sólo quiere remendar lo que hizo mal o no hizo en su pasado. Esto determina que el individuo se ve como un vencedor o vencido incapaz de sostener nociones de sí mismo como el resultado ineficaz de su propia construcción en una sociedad anómala. La consecuencia que plantea Adiós, historia, adiós es justamente enfatizar que “no hay tierras prometidas sino pasados esperanzadores, pasados susceptibles de convertirse en ejemplos positivos con los que continuar el camino”. Pero hay más, el constante aprovecho de la inmortalidad no tomando en cuenta la finitud de la existencia. Lo que no se hizo empieza a molestar y un día el futuro ya no se ve glorioso y lleno de luz, sino que un día más, es también un día menos de vida y cada paso que se da es otro que no. De este modo llegamos al tiempo presente lleno de imperfecciones y defectos y tiempo vacío y mal aprovechado. En palabras del historiador Perry Anderson, “la proximidad imaginativa de la revolución social”. Era, como lo habían sido algunas vanguardias, voluntarista y juvenil. Parecía imponerse como la consigna de una construcción finalmente aceptada en territorio ajeno y hasta entonces hostil por una astucia de la historia. ¿Qué nos queda? Vivir todo lo que resta de vida que no sabemos cuanto tiempo va a ser y animarnos a romper con el pasado. Aún así siempre va a formar parte de nosotros. Donde el presente y futuro fluyan hacia un hoy y un mañana asumiendo “la lógica de nuestra propia caducidad”.